12/3/15

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El yo ordinario (es decir, yo) no piensa ni quiere pensar en las vidas futuras. No le interesan. Su interés está centrado en esta vida, y particularmente en el día de hoy y en el placer que de él pueda arañar. Y esto aun sabiendo -pues ha recibido enseñanzas- que en realidad las vidas futuras no están lejos. Sabe, teóricamente, que no hace falta escalar una gran montaña para llegar a ellas, ni recorrer grandes distancias: si en este momento su aliento falla, en el momento siguiente sus vidas futuras habrán comenzado. Esto lo sabe. Cabe preguntarse, entonces, si este aferrarse del yo al día de hoy y este orientarse a las migajas de placer que, con pena, de él espera sacar, no son en cierto modo - 'como un grito de temor'.

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